domingo, 7 de abril de 2013

Una insatisfacción evolutiva.

Sin insatisfacción no habría movimiento, ni aprendizaje, ni progreso.
La insatisfacción es, pues, evolutiva.
Al menos, si no se pasa.
Cuenta la leyenda budista que tanto en el mundo de los dioses (léase un mundo satisfecho) como en el infernal (la absoluta carencia aún de lo más básico) es imposible la evolución, factible únicamente en la (rara y preciosa) vida humana.
Tal vez sea así.
Pero, evolutivo o no, este anhelo irreductible de no se sabe qué, sigue siendo una cabronada inmensa.
Afirmo.

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