¿Será verdad que al fin he aprendido a ocuparme de lo que tengo que ocuparme (es decir, de lo mío y de lo de quienes me requieren, en la medida en que sé y puedo, además, obviamente, de lo colectivo), y a no meterme -en un paradójico acto de amor- donde -literalmente- no ne llaman?.
(Casi) demasiado bueno para ser verdad.
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