Excepto en el trabajo -lo que ocurre a la gente a la que acompaño es demasiado serio como para hacer otra cosa que vaciarme de mí misma y, sencillamente, contener- ando más perdida que Atila en Wall Street.
Tal vez sea porque no me trato a mí misma como a mis pacientes.
Desde luego, me doy menos amor.
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