Fin de
semana.
Desayuno
tardío,
despeinada,
y apenas
des-vestida
con tu vieja
camisa
a cuadros
y unos
calcetines
-pero
la celulitis
y alguna que otra
araña
vascular
desmienten
cualquier
glamour
posible
de la escena-.
Antes,
hemos hecho
el amor
-amor de gente
que madruga,
de sábado
lluvioso,
de cuerpos
conocidos
que confían-.
Te miro,
al otro lado
de la mesa,
mordiendo
la tostada,
y recuerdo,
de pronto,
que llevas
treinta años
de quererme
sin pedirme
que cambie.
A.S.
(De: Una mujer mayor)
¡Guau, que suerte, que no te pidan que cambies!
ResponderEliminarYeah querida. Yeah. Suerte y mas.
ResponderEliminarHermoso.
EliminarGracias.
ResponderEliminarLas tuyas.
ResponderEliminarY las tuyas, muchacha. Besos.
ResponderEliminarSon una delicia tus poemas. Me quedé con éste pero hay muchos que me resuenan muy adentro. Besos también para ti.
ResponderEliminarDe nuevo, thanks.
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