jueves, 31 de enero de 2013

Verle la cara

Cuando decía el que lo decía "sólo sé que no sé nada", para entender realmente lo que estaba diciendo, habría que haberle visto la cara.
Que es, dicen los que lo dicen, el espejo del alma.
A lo mejor era, sencillamente, de cansancio.
O de absoluta perplejidad.

Una versión cansada

A una versión cansada de "estar donde se está" se llega, supongo, cuando al mirar hacia adelante no se ve nada.
O no hay nada que ver.

Lo que hay que hacer

Levantarse temprano.
Exponer un artículo en la revisión bibliográfica de la mañana.
Echar un vistazo rápido a las noticias.
Sesión clínica.
Terapias.
Atender a una psicóloga en practicas.
Volver a casa.
Preparar la comida.
Llamar a una psiquiatra con la que comparto un paciente preocupante.
Disfrutar de una charla con mi hijo, recién vuelto de Estonia.
Estar en cada cosa en cada momento.
Estar.
El día a día.
Hacer lo que hay que hacer.
Lo que hay que hacer.
Hacer.
Y la mirada.
Y la vida interior.
Y.

La España de charanga y pandereta

Lo malo es que nos lo merecemos.
Nos lo estamos ganando a pulso.
Con todo merecimiento.

miércoles, 30 de enero de 2013

Matar a la verdad

Se puede
renegar
de un honesto
dolor.

Pintar
de falsedad
el ser
de lo que ocurre.

Vestir
de seda
el corazón
desnudo.

Matar
a la verdad.

A.S.

Heridas

Hay
las heridas
de la muerte
limpia,
las heridas
del tajo agudo,
sanas,
concisas,
terriblemente
naturales
en su profundidad.

Hay
las heridas
turbias
del veneno,
sembradas
de ignorancia,
infectadas
de una traición
ardiente,
tortuosas
como una
maldición.

A.S.






La textura del cambio

Sabe a metal,
la vida,

cuando la soledad
arrecia

y el turbión
de la muerte
se ha llevado
el cobijo.

Acero
y frío
en un tiempo
desarbolado
por la ausencia,

por la textura
nítida
del cambio.

A.S.



El viento desbocado

No hay
piedad
en invierno.

Avanza
la ola
implacable
del invierno,

y el viento
desbocado

se ha llevado
en su ruedo
mucho
de lo que amaba.

Hace
un viento
endiablado
en la casa
del frío.

El viento
del invierno.

A.S.

Más te vale

Dolores
inauditos.
Cáncer.
Deformación.
Cirugías
salvajes.
Amputaciones.
Muerte.

La jungla
sin piedad
del hospital.

El terreno
desnudo
de la pérdida.

El mundo
donde vivo
media vida.

Más te vale
no existir,
Viejo
implacable.

Como la única
excusa
que te
aceptaremos.

A.S.

lunes, 28 de enero de 2013

Destino

"Todo aquel que tenga un destino mayor y sólo se dedique a su destino menor, necesariamente tendrá una vida gris."
(Silo, citado de memoria)

En gestación

A veces, un poema se gesta durante días o semanas.
Sé lo que pide expresión.
Pero han de aparecer las palabras.

domingo, 27 de enero de 2013

Encontrado en Facebook

"Somos seres deseantes, destinados a la incompletitud.
Es eso lo que nos hace caminar."
(J. Lacan)

sábado, 26 de enero de 2013

Hermosa Etty Hillesum



"Un vislumbre de eternidad se filtra siempre en mis pequeñas acciones y percepciones cotidianas. No estoy sola en mi cansancio, enfermedad, tristeza o miedo, sino que estoy junto a millones de personas, de tantos siglos. Esto también forma parte de la vida que es aún más bella y rica de significado en su absurdidad, si se hace sitio para todo y se la siente como una unidad indivisible."
Etty Hillesum

Agustín

 “Señor, nos has hecho para ti, y nuestro corazón estará siempre inquieto hasta que descanse en ti.”

(Agustín de Hipona)

Resulta difícil

Resulta endiabladamente difícil creer, en serio, en la propia muerte.
Y lo mismo se puede decir de la propia inmortalidad.

viernes, 25 de enero de 2013

Paradoja

"Trascender es preservar y negar a la vez."
(Hegel)

La pérdida mayor

"A menudo se dice que en nuestro mundo moderno y postmoderno las fuerzas oscuras están sobre nosotros. Pero yo creo que no; en lo oscuro y en lo profundo hay verdades que pueden curar. No son las fuerzas de la oscuridad sino las de la superficialidad las que amenazan en todas partes, al bien y a la belleza, e irónicamente se anuncian como profundas. En la actualidad una superficialidad exuberante y atrevida es la que representa el peligro y el reto... Podemos haber perdido la Luz y la Altura, pero aún es peor haber perdido el Misterio y la Profundidad, el Vacío y el abismo, y haberlos perdido en un mundo de superficies y de sombras, de exteriores y cáscaras, cuyos profetas nos exhortan a que nos tiremos de cabeza a la zona de la piscina donde no cubre."
 (Ken Wilber: Sexo, ecología, espiritualidad)

Del "yo", el "no yo", el holón y las meigas

Ninguno de los modelos del "yo" (o del no "yo") por mí conocidos, me parece satisfactorio.
Desde el ingenuo concepto del sentido común, que acepta sin discusión la existencia inamovible de ese ente, como mínimo, discutible, al nothingbutelsery (reduccionismo, en cristiano) del pensamiento budista, advaita et al., que lo niega, sin más (en lo que acuerdan, por cierto, de manera total, con un compañero de viaje tan sorprendente cono Skinner, cuya crítica a la fe en lo que él llama "el homúnculo" interno, tal y como se desarrolla en "Más allá de la libertad y la dignidad" se parece, como una gota de agua a otra, a esas formulaciones tan supuestamente alejadas); pasando por los esquemas de la psicología cognitiva, el complejo autónomo jungiano y todo lo que se me ocurre y recuerdo en este momento, incluyendo el río heraclitano en el que uno nunca se baña dos veces, todo ello, digo, me sabe más a margarina que a mantequilla, y más a hueva de lumpo que a caviar beluga (un brindis, no obstante, por el sacrificado ego freudiano, con su utilísimo papel mediador entre las demandas del "id" y las del superyo, y cuya debilidad explicaría gran parte de lo que entendemos por psicopatología).
Soy consciente de que, no siendo ningún mapa más que una simplificación del territorio, no se le puede pedir a un modelo más de lo que puede dar. Pero, incluso así, hay mapas y mapas, y con algunos es posible pasearse por el terreno sin perderse demasiado, mientras que con otros, o acabas en Acapulco cuando ibas a Copenhague, o pasas por delante del Himalaya y va y resulta que no estaba señalado en tu papel.
Tal vez del "yo", como de tantos otros conceptos en psicología y asimilados, se pueda decir que es sólo un "constructo inobservable". Pero, como también decía (esta vez hablando del denostado rasgo) no recuerdo qué ilustre psicólogo, "yo no creo en meigas, pero haberlas, haylas". Y es que hay constructos de muy difícil prescindencia, por muy inobservables que se nos presenten.
Si echo un vistazo a todo lo que conozco (que no es mucho), una de las formulaciones más interesantes y omniabarcadoras que podrían servir para dar cuenta (entre otras muchas cosas) de la "forma" del escurridizo "yo", como parte constitutiva de la realidad de la que la que pretende dar cuenta la teoría, es la síntesis que hace Wilber, en el capítulo 2º y siguientes de Sexo, Ecología, Espiritualidad, del concepto koestleriano de Holón, el paradigma evolutivo, las ciencias sistémicas y otros cuantos ingredientes más, para dar a luz a lo que él (Wilber) llama "los veinte principios básicos (o conclusiones) que representan lo que podríamos llamar las "pautas de la existencia", "tendencias de la evolución", "leyes de la forma" o "propensiones de manifestación"... pautas y tendencias comunes... que operan en los tres dominios de la evolución: la fisiosfera, la biosfera y la noosfera; por tanto son tendencias que hacen que este universo sea un uni-versum ... o un pluralismo emergente entrelazado por patrones comunes, los patrones que conectan...".  Una intención ciertamente ambiciosa... pero que, a su nivel, funciona muy requetebien.
Wilber comienza por afirmar que la realidad no está constituida por cosas o por procesos, sino por holones. Es decir, por totalidades que son, simultáneamente, parte de otras totalidades, en un entramado infinito tanto hacia arriba como hacia abajo.
Los holones mostrarían además, cuatro capacidades fundamentales: autopreservación, autoadaptación, autotrascendencia y autodisolución.  Un holón presenta, pues, un patrón relativamente autónomo y coherente, es capaz de relaciónarse, adaptarse, , incorporar, asimilar, trasformarse (y transformar), trascenderse, y, con todo ello, seguir siendo él mismo, en dinámica... hasta su disolución.
Wilber, de nuevo: "Podemos llamar a estas tendencias... individualidad y comunión del holón. Su individualidad -tendencias autoasertivas, autopreservadoras, asimiladoras- expresan su totalidad, su autonomía relativa, mientras que su comunión -sus tendencias participativas, conectivas, unificadoras- expresan su parcialidad, su relación con algo más grande. Estas dos tendencias son absolutamente cruciales e igualmente importantes; un exceso de una de ellas matará al holón inmediatamente (por ejemplo, destruyendo su patrón identificativo), incluso un pequeño desequilibrio le llevará a una deformación estructural... Un desequilibrio de estas tendencias en cualquier sistema se expresa como individualidad patológica (alienación y represión) o comunión patológica (fusión e indisociación)."
Desde mi punto de vista, todo lo que Wilber afirma del holón puede ser provechosamente aplicado a la comprensión del yo, a modo de un campo de forma a la vez fluido y permanente, capaz de automamtenimiento y de cambio, de individualidad y de trascendencia, de ser y de proceso.
Desde esta clase de punto de vista, la utilidad del concepto de "yo" como parte de la explicación de "lo que somos" me parece indiscutible, y su prescindencia, una automutilación inútil en aras de un reduccionismo salvaje... o de un ideologismo, sin más.
Si utilizamos el tetralema, observaremos que este tipo de conceptualización, más allá de la afirmación y de la negación, las abarca a ambas (afirmación y negación) en una paradoja fructífera.
Aunque, probablemente, la realidad a la que apuntan todas las palabras y todos los conceptos, sin poder alcanzarla jamás, acabe llevándonos al lugar donde ni la afirmación ni la negación tienen sentido.
Pero esa es otra historia, y ha de ser contada en otro momento.


martes, 22 de enero de 2013

Lincoln

Larga, lenta, incluso aburrida a ratos.
Conmovedora. Hermosa.
Vale la pena verla.

Cambios

Se me amontonan los cambios en todas las instancias y niveles, de lo más importante a lo anecdótico,
Apenas sí me queda ámbito por sacudir, ni mano para dar respuesta a tanta demanda, ni hueco en el corazón para una sola emoción más.
Pero a la vida le da lo mismo lo agotados o frescos que estemos.
Ella va a su ritmo, y nosotros o nos acoplamos, o nos acoplamos.
La transitoriedad no espera por nadie.
Y le importan un rábano nuestras preferencias.

viernes, 18 de enero de 2013

El sabio de Toledo

El anciano Abraham ben Simón, recordado sea su nombre, había alcanzado, ya desde su madurez, una justa fama de sabiduría, no sólo entre su gente, sino también entre la de las otras dos grandes tradiciones del Libro.
Venerable y humilde, vivía, en su iluminada vejez, en una modesta casa de Toledo, y nunca negaba su atención y su consejo a quienes acudían a él.
Cierto día llegó a su puerta un joven cristiano -dichosos aquellos tiempos en que la forma en la que los hombres buscaban a Dios no interfería en sus relaciones con otros hombres- angustiado y lleno de dolor por una pérdida terrible.
Tenía una pregunta que hacer al sabio entre los sabios, y cuando éste lo vio, su corazón se llenó de compasión y se abrió para acoger el sufrimiento que traía.
-Dime, hijo mío.
-Padre, tanto tu fe como la mía nos hablan de un Dios misericordioso, pleno de cuidado y afecto por sus criaturas.
Pero la muerte se ha llevado a quien yo más amaba, y mi alma no encuentra reposo, preguntándose por qué el Todopoderoso, Señor de los mundos, aflige a sus hijos con una muerte inexorable, sean éstos jóvenes o viejos, creyentes o infieles, justos o culpables.
Meditó por un momento el anciano, preguntándose si la madurez del muchacho alcanzaría para aceptar la parte de verdad que deseaba revelarle.
-Tú imaginas, hijo mío, un Dios grande y ajeno, allá en su trono distante, dictando leyes terribles que a todos alcanzan, e insensible al espanto que ellas, en su rigor, provocan en los hombres. Y te resulta difícil compaginar esa imagen con la del dulce y amoroso Padre en cuya calidez desearías reposar.
Pero has de saber que esos dos aspectos del Uno no son más que dos facetas insignificantes de la gema inimaginable en la están escritos todos Sus nombres.
Y existe también un Dios que vive en sus criaturas. Que nos es y nos vive, y necesita nuestro ser y nuestra vida para conocerse en su limitación y su miedo, y para atreverse a atravesarlos.
Existe, hijo mío, un Dios que necesita nuestra muerte para aprender a morir. Para internarse en la duda y la ignorancia, y, abandonando la certeza del Ser, saltar, con los ojos y la conciencia abiertos, en el abismo del no ser, sin ningún conocimiento de lo que su fondo contiene.
Quedó pensativo el joven, aquilatando las palabras del maestro. Y, cuando hubo comprendido lo que de ellas podía comprender, tornó a preguntar:
-Padre, ¿encuentra finalmente ese Dios que a través de nosotros vive y muere, su ser intacto y victorioso en el fondo del abismo del que hablas?
Se nubló de tristeza la mirada del anciano ante la pregunta del muchacho, pero su voz estaba llena de ternura cuando respondió quedamente:
-Eso, hijo mío, nadie, ni aún ese mismo Dios, lo sabe ni lo sabrá nunca.

(Amelia de Sola: Leyendas apócrifas)

jueves, 17 de enero de 2013

Del Big Ben y el aguerrido Capitán

Se dice que el Big Ben, allá junto al Támesis, ha sido atrasado dos veces, y sólo dos veces, en toda su historia centenaria.
Una de ellas, para que la Reina, que llegaba unos minutos tarde a un acto oficial, de esos de carroza y corona armiñada, no fuera puesta en evidencia por tan poco protocolario desliz.
La otra, por la mano del capitán de barco John Stubbs, marino de pro donde los haya, quien, al parecer, tras una noche de desembarco y farra, y un algo más que alegre por los buenos caldos consumidos, en un alarde de gallardía, trepó torre arriba, agarró una de las venerables manecillas y la colocó donde Dios le dio a entender.

Esto nos contaba, toda orgullosa, allá por los años del instituto, Laura Stubbs, la inglesita de nuestra clase, nieta del aguerrido Capitán, pelirroja ella, entrañable ella, amiga ella de esas que no se olvidan en la vida.

Y que se nos ha ido, muerte adentro, hace unos días.

Hasta luego, Laura.


La chica del gato negro

La chica era morena, esbelta y fina, toda ella alargada y joven, en su basta túnica de arpillera gastada, sujeta por una cuerda a la cintura increíblemente breve.
Caminaba por el mercado de la aldea, lleno de gritos y de gente, pero en realidad, caminaba sola, envuelta en un silencio grave, por un espacio que sólo a ella pertenecía.

La chica tenía los ojos verde agua, claros, inmensos, fijos.
Como el gato negro que llevaba en brazos.

(Amelia de Sola: Leyendas apócrifas)

La muerte de Pascual Arnedo

La última noche que Pascual Arnedo pasó en este mundo había huelga en el transporte público -un asunto de desacuerdo entre sindicatos y empresa por cuestiones salariales- y llegó a casa más tarde que de costumbre. Recogió el correo del buzón -cartas de bancos, un aviso de multa por aparcamiento indebido y la publicidad del chino de la esquina, que anunciaba una oferta de comidas a domicilio-, subió las escaleras -vivía en un segundo, y estaba intentando hacer algo más de ejercicio-, abrió la puerta del apartamento, tiró el abrigo sobre un sillón y encendió el televisor.
Mientras se preparaba la cena -sopa de sobre, tortilla francesa y unos calamares recalentados que habían sobrado del día anterior- escuchó distraídamente las noticias. Al Quaeda había vuelto a atentar en algún mercado iraquí, habían dado otra vuelta de afeitado al sueldo de los funcionarios (que se jodan, esos fulanos inútiles) y dos o tres políticos más estrenaban imputación por la cosa del latrocinio. Nada fuera de lo normal. Colocó las viandas en una bandeja algo pringosa, abrió una lata de cerveza sin alcohol -tenía un poco delicado el hígado- y se sentó en el sofá, a disfrutar de la cena, informarse sobre el tiempo -pronóstico de lluvia para el fin de semana, como si no pudiera llover los lunes- y ver, por enésima vez, una reposición de La Guerra de las Galaxias que daban por la Primera. No era guapa, la princesa Leia, pero a Pascual no le hubiera importado estar en el lugar de Han Solo y tener permiso para deshacerle los rodetes a la moza.
Como ya sabía el final, dio varias cabezadas durante la peli, y cuando se despertó, sobresaltado por la música de los créditos, miró el reloj, maldijo al darse cuenta de la hora que era, y de lo poco -creía él- que iba a poder dormir, y, sin molestarse en recoger los platos, tiró para el baño, se lavó los dientes -era hombre aseado para su persona-, orinó copiosamente -la cerveza, claro está, por poco alcohol que tuviera-, se puso el pijama y se metió en la cama desordenada -únicamente la hacía como es debido cuando cambiaba las sábanas, que venía a ser cada dos o tres semanas-. Puso el despertador, apagó la luz de la mesilla de noche y se durmió de inmediato.
Y es que no tenía ni idea de que iba a morirse.

(Amelia de Sola: Leyendas apócrifas)

miércoles, 16 de enero de 2013

Inextrincablemente ligadas

Cuantos más años pasan y más consciente me hago de la complejidad de la vida, menos inclinada me siento a juzgar.
Sin embargo, a veces no puedo evitar hacerlo. A los demás y a mí misma.
Para concluir nuestra innegable responsabilidad.
Y también nuestra imperfecta inocencia.
Inextrincablemente ligadas.

martes, 15 de enero de 2013

La boda de Deng Piao

Paseaba el joven Deng Piao por el jardín de la casa paterna, anticipando, alegre, la esperada ceremonia de su boda, a celebrar al alba del siguiente día, con la hermosa muchacha de ojos almendrados elegida para él por sus honorables progenitores.
En su imaginación inocente, ensoñaba en poéticos encuentros y dulces intimidades con la bella, sin atreverse, sin embargo, a tocar, ni aún con la mano sutil de la mente, el acercamiento necesario a un marido en el que había sido instruido por su preceptor hacía pocas lunas.
En estos sencillos pensamientos andaba Deng Piao cuando recayó su mirada, por funesta casualidad, sobre el esplendor de una rosa madura, entre cuyos matizados pétalos una pareja de mantis color esmeralda se entregaba al amor. Y sus pupilas se dilataron hasta convertir los iris en dos anillos oscuros, cuando observó, horrorizado, cómo la cabeza del macho desaparecía, sin aparente resistencia, entre las implacables mandíbulas de la hembra.

A la mañana siguiente, cuando, el cielo aún cuajado de las estrellas de la primavera,  la anciana nodriza fue a despertar a Deng Piao, a fin de amorosamente vestirlo y prepararlo para el gran acontecimiento, encontró un lecho vacío, frío hacía ya horas, y sus gritos angustiados hicieron acudir a los honorables padres del muchacho.

En cuanto a la joven desposada, su delicado natural no pudo resistir la humillación de tan inesperado abandono, y se cuenta en la región que afeitó su larga cabellera de seda y tomó refugio de por vida en un monasterio lejano.

(Amelia de Sola: Leyendas apócrifas)

El poema de Wu Li

Cuando el honorable Wu Li supo llegada la hora de morir, compuso con cuidado su último poema y lo depositó delicadamente en la Nube de Jade, artístico nombre con el que las personas de su país acostumbraban a referirse al disco duro de sus ordenadores.
Lamentablemente, esa noche hubo una importante subida de tensión eléctrica, y la mayoría de las Nubes de Jade de la provincia, incapaces de resistir la acometida de tanto voltaje, se deshicieron como los cendales de la niebla al sol.
Nunca ya nadie podrá saber, en toda la extensión de los tiempos, qué fue lo que Wu Li sintió ante la muerte.

(Amelia de Sola: Leyendas apócrifas)

En el cole

Cuando me regañaron en el cole por no hacer algo que me habían mandado -y que yo no tenía ni idea de que debía hacer, porque era la primera vez que iba- se depositó en mí una especie de tristeza abrumada que no recuerdo que me haya abandonado en ningún momento desde entonces.

Viento de enero

Un viento frío
arrastra por la calle
las hojas muertas.

A.S.

lunes, 14 de enero de 2013

En el umbral de la puerta

Treinta años asistiendo, un día sí y otro también, al satsang vespertino del Maestro.
Treinta años de dos horas de meditación matutina, dos horas de meditación nocturna y una a mediodía, sin contar los retiros silenciosos mensuales, el más silencioso aún de tres años completos y las variadas peregrinaciones mendicantes a monasterios diversos.
Nada de nada.
Nada de nada y más nada, oye, ni un modesto kensho que llevarme a la boca, y no sé si sería mi paranoia, aún no totalmente purificada pese a mis denodados esfuerzos, pero me parecía ver, en los ojos del Venerable (cuando se dignaba mirarme), un cierto matiz de compasión no exenta de desprecio, que se acrecentaba con el tiempo.
Entonces llegó el joven Nitiru.
Humilde, modesto, bien dispuesto, le bastaron seis breves meses de intensa dedicación para gozar de intuiciones elevadísimas, experiencias transfiguradoras y satoris sin cuento.
El Maestro procuraba que no se le notara, pero se le caía la baba con el nuevo, y a mí se me llevaban los kami sin poderlo evitar, de pura injusticia palmaria que era todo lo que estaba sucediendo.
Pero resistí.
Pasaron tres escasísimos años, y Nitiru, al borde, a decir de todo el mundo, de la más alta iluminación, fue convocado finalmente a la ceremonia en la que el Maestro iba a transferirle no sé qué secreto o iniciación, a partir de lo cual se aceleraría enormemente su proceso interior, al extremo de permitirle llegar de inmediato, con toda probabilidad, al final del Camino sin camino.
Yo, en mi indignidad, fui requerido para oficiar de ayudante en el trascendental evento, cuya minuciosa preparación se me encargó, tarea a la que me entregué con toda mi atención, apenas desviada, en algunos momentos, por la reflexión sobre el koan en el que llevaba trabajando un par de lustros.
Llegó el día señalado.
Se congregaron muchos sabios y ascetas venidos de muy lejos, cada uno con varios discípulos aventajados de séquito,  para apoyar la indubitable elevación del nuevo iluminando.
El Maestro, en kimono de ceremonia, ocupó el lugar central, a sus flancos dos eminencias del asunto, detrás la estatua benevolente del Buda meditante, y yo arrodillado en incómoda postura a sus pies, dispuesto a asistirle en lo que fuera menester.
Se aproximó Nitiru, de austera túnica blanca.
Extendió las manos el Maestro.
Y ocurrió.
Juro por la escudilla del Sakyamuni que no era mi intención, pero de pronto, sin saber cómo, me vi de pie, todas las venas de la frente a punto del reventón,  propinándole al desgraciado Nitiru una impecable patada en la quijada (nuestro entrenamiento incluía la práctica de las artes marciales) que lo dejó fuera de combate ipso facto, y gritándole a voz en cuello al Maestro el mal del que se tenía que morir.
Tras escupir a los pies de la estupefacta concurrencia, salí del recinto, rodeado por el silencio más espeso que he percibido (o no percibido) en todas mis vidas de postulante.

Y, traspasando el umbral de la puerta, en un instante sin instante, sobrevino la Comprensión.

(Amelia de Sola: Leyendas apócrifas)

Lo que decía mi abuela (otra de clones)

Mi abuela, Satanás la tenga en su seno, acostumbraba a decir que yo era la más estúpida de sus trece nietos.
Bonita,sí, graciosa, sí, simpática, sí. Pero tonta de nativitate.
No me quedó, pues, más remedio que arrléglármelas con lo que Dios tuvo a bien concederme, y mientras dos de mis hermanos y una prima (léase los listos) consiguieron meterse en la Universidad y acabar convertidos en medioclaseros de adosado de suburbio, y el resto de la tropa, sólo de moderada sesera, malvivir como pudieron por los aledaños del barrio de siempre, yo utilicé mis denostados dones para cazar a un millonario desprevenido en una fiesta a la que me invitó una amiga rica,  a raíz de lo cual me convertí en la ufana señora de Tal, vengándome de mis traumas infantiles no apareciendo nunca jamás, amén,  por la cochambrosa y atestada casa familiar.
Y en ello estaba, más contenta que una campana, cuando di en leer un anuncio de clones en una revista del salón de belleza.
Los clones, decía, tienen muchísimas utilidades. Pueden, por ejemplo, sustituirnos, convenientemente adiestrados, en todas esas obligaciones desagradables de las que está llena la vida de los ricos, y...
Alto aquí. No necesité leer mas. Porque, si bien yo estaba encantada con los aspectos de mi existencia relacionados con ir de compras, lucir las compras, asistir a fiestas, cócteles y saraos y viajar por el mundo con doce maletas, tres doncellas  y el chihuahua, aborrecía de todo corazón los fines de semana en el palacete de mi suegra, las reuniones benéficos, las conferencias culturosas y los obligados actos oficiales a los que mi marido me arrastraba por mor de hacer negocios.
Así que me cloné.
Me cloné y, con un empeño digna de mejor causa, me dediqué a enseñar a mi clon todas sus nuevas obligaciones, empresa en la que, las cosas como son, demostró una sobrada competencia, liberándome, en poco mas de seis meses, de todas las molestias antes aludidas y muchas otras que sería prolijo consignar aquí.
Claro, que hubiera debido sospechar que algo fallaba cuando, más de una vez, la pesqué por la biblioteca del chalet, embebida en la lectura, o cuando me pidió permiso para matricularse en Humanidades en una Universidad virtual.
Pero no le faltaba razón a mi abuela cuando renegaba de mi necedad, así que todo lo pasé por alto, alimenté a quien había de morderme la mano y cerré los ojos ante los evidentes peligros.
Hasta que un día, al volver al hogar una semana antes de lo previsto, después de cansarme de la temporada de esquí en los Alpes, me tropecé al malhadado clon en pleno romance con mi marido, en el mismísimo centro del lecho matrimonial.
El muy canalla quiere casarse con ella.
Dice que ostenta todas mis ventajas (e incluso algunas más) y ninguno de mis inconvenientes.
Y, aunque mi abogado me asegura que le vamos a sacar hasta las entretelas del alma, yo no hago más que pensar en mi difunta abuela, maldita sea su estampa por toda la eternidad.

(Amelia de Sola: Leyendas apócrifas)

El concurso

Cuando el joven (pero riquísimo) Sir Archibald Cunningham cerró los ojos de su amada, se sumió en una profunda depresión de la que ni los más afamados psiquiatras y psicólogos del Reino Unido conseguían sacarle.
Sus preocupados administradores (preocupados porque, según su testamento, los herederos universales del aristócrata eran una larga serie de ONGs e instituciones de parecido cariz, y por ende, temían, caso de morir de pena el mozo, quedarse sin nada que administrar) decidieron convocar, a través de las redes sociales, un concurso de ideas cuyo objetivo sería volver a interesar por la vida a Sir Archibald.
El premio (consistente en una beca para estudiar Business en el M.I.T) fue ganado por una desconocida adolescente brasileña, cuya idea logró, no sólo sacar de su sopor al hasta entonces atribulado caballero, sino incluso arrancarle algunas sonrisas, tocadas de un matiz de lo que no puede ser denominado otra cosa que picardía, a decir de quienes tuvieron la oportunidad de observarlas.
La puesta en práctica de la idea de la brillante chica carioca (hoy por hoy una exitosa mujer de negocios en Río de Janeiro) comportó no pocas dificultades, pero finalmente, tras dos años de retirada de los círculos sociales, Sir Archibald volvió a presentarse en su selectísimo ambiente convertido en la joven y encantadora Lady Balda Cunningham.
La propia soberana británica ha recibido en numerosas ocasiones a la recién estrenada muchacha, y según las revistas del corazón más dignas de crédito, los hijos de las encumbradas familias de las Islas se disputan con denuedo su mano, inundándola de propuestas matrimoniales a las que Lady Balda ha respondido hasta ahora con una pertinaz  negativa.

(Amelia de Sola:  Leyendas apócrifas)

El clon

Cuando mi último ex marido, el financiero Vladimir Turiev, me dio a escoger como regalo de cumpleaños entre un jet privado y una clonación, debí elegir sin dudar un momento el puñetero avión.
Y, sobre todo, debí cortarme la muy manicurada mano derecha antes de ceder a un extemporáneo ataque de compasión y firmar la autorización para que sacaran del tanque a mi recién incubado doble y, en virtud de una novedosa legislación  promulgada a instancias del Movimieto para la Liberación de Clones, Robots y Otros Artefactos (MLCROA), le permitieran vivir su vida libremente.
Y es que ha venido a resultar que, a pesar de tener mis mismos genes, aspecto y cerebro, parece habérselas apañado para ser feliz, la muy puta.

(Amelia de Sola: Leyendas apócrifas)

Un experimento censurado

Un experimento realizado en la Universidad de Huttlelac, en los años ´90, por un prestigioso equipo multidisciplinar, y con todas las garantía metodológicas, demostró, más allá de toda duda, que los seres humanos son absolutamente incapaces de cualquier aprendizaje relevante.
Las mejores revistas de la especialidad se negaron a publicar los resultados, y desde entonces, el detallado estudio coge ciberpolvo en los circuitos de un viejo ordenador ya descatalogado.
No obstante, y pese a las severas admoniciones del decano, alguien se fue de la lengua, y el rumor de la irreductible torpeza de nuestra especie para lo que verdaderamente vale la pena, se extendió poco a poco entre los expertos y aún entre los profanos cultivados, y hoy por hoy comienza a ser un lugar común incluso para el hombre de la calle.

(Amelia de Sola:  Leyendas apócrifas)

La iluminación de Wu Mei

Se cuenta que lo último que hizo el venerable Wu Mei antes de su ilumnación definitiva, fue llorar por un amor perdido.

(Amelia de Sola:  Leyendas Apócrifas)

Lo que gravita en el centro

Qué es eso que gravita en el centro, atrayendo los tiempos hacia sí, convirtiendo los caminos en circulares.

Cerrando el círculo

Tanto camino para volver a la niña de la fotografía en blanco y negro.
Y sentir lo que ella sentía.

Niña

La niña
Amelia

sabe

lo poco
que ha cambiado.

A.S.

Aprendizaje

Aprendizaje
de una soledad nueva.
Tiempo vacío.

A.S.

La casa del sol naciente


The house of the rising sun
Sinead O¨Connor

domingo, 13 de enero de 2013

Paisaje de infancia. Invierno 2013


Vega del Guadalhorce. Provincia de Málaga.

Gaitanes. Invierno 2013


Garganta de los Gaitanes. El Chorro. Málaga.

Garganta cortada en la piedra por el río Guadalhorce. La línea que se observa pegada a la roca de la derecha, y que continúa por el puente central, es un sendero colgado del precipicio llamado Caminito del Rey, o Los Balconcillos, cuyo tránsito está actualmente prohibido, pero que yo recorrí muchas veces, de niña.

Paisajes de invierno. Enero 2013


Paisaje desde el Mirador de los Tres Embalses. El Chorro. Málaga.




El Chorro. Málaga.

Muerte pequeña

Aún no conozco la gran muerte.
Pero sí la muerte pequeña.
El desarraigo del país de la infancia.
La pérdida de los que se marcharon, a la muerte o a vidas diferentes.
La soledad conmigo misma.
La extrañeza de no saber.

Lazos

Málaga-Valencia, 13-1-2013

Debe ser muy difícil, morirse del todo.
Nunca da tiempo a desanudar los lazos suavemente.
Lazos que ni siquiera sabíamos que nos sujetaban a los paisajes que nos conformaron.
La metáfora exacta de la guadaña.
El desarraigo del corazón.
El territorio vacío del presente.

Málaga-Granada-Valencia, 13-1-2013

Siempre es invierno, cuando os morís.
Siempre hay nieve, a la vuelta.

12-1-2013

Ya estás donde querías.

viernes, 11 de enero de 2013

Hasta el final

Hoy, por fin, te llevo a casa.
O llevo lo poquito de ti has abandonado por aquí, lo que has dejado de necesitar, porque tú ya hace días que has llegado a donde tenías que ir.
Pero, en mi corazón, te llevo a casa.
Después, podré volver, espero, en paz, a mis cosas.
Las cosas de los vivos.
La vida que tengo que vivir.
Como tú, querida, viviste la tuya.
Hasta el final.

A Dios (o como se llame) II

Para variar, querido, después del garbeo que nos hemos dado por el Norte, podías mandarme una temporada a las cálidas playitas de Sur.
Aunque sea en viaje organizado, en hotel de tres estrellas y sin desayuno de buffet.

Cinismo

Amor cansado de ausencia.

A Dios (o como se llame)

La cínica y la mística te aman y te odian, te buscan y te huyen, con la misma pasión.
A ver qué haces tú.

Dando voz a quien pida la palabra

Uno de los matices del autoconocimiento (¿o será del autorrespeto?) consiste, a mi modo de ver, en dar voz, sin demasiados favoritismos, a todo el abanico de la asamblea interna.
Tratando, eso sí, de que nadie se desmande en exceso y acabe en pasamontañas y rompiendo farolas a pedradas.

De Ulises y la soledad

Ulises, con la prudencia que le era propia, pidió a su tripulación que lo atase al palo mayor, para poder oír sin peligro el canto irresistible de las sirenas.
Navegando sin compañía, atarse resulta complicado.
Y desatarse luego, más aún.

Navegar solo

Tiene la ventaja (y el inconveniente) de que resulta peligroso dormirse.

Ya aparecerán

Lo que tienen las cargas de profundidad es que, por la cosa de ser profundas, sus efectos tardan en notarse en la superficie.
Pero ya aparecerán.

Orfandad

Una de las cosas más extrañas del estado de orfandad es que, de golpe, te hace consciente de que ya no queda nadie ante quien rendir cuentas.
¿Qué voy a hacer con esa libertad?

Tristura II

Una tristeza seca, masculina.
Con matices de ternura sólida y hermoso corazón de hierro.

Tristura

Tristura es la magnífica palabra que usa Marina para dar nombre a eso que el común de los mortales, fuera de su estado de gracia, llamamos tristeza.
Tristura es lo que acontece cuando algo que era, y que nos era, deja de ser y de sernos, y ese no ser de lo que era nos empuja, sin preguntar nuestra opinión, a empezar a ser otra cosa.
Pero no dice cuál.

Flujo

Que no sepa a dónde ir no es nada nuevo.
Que no sepa dónde estoy, sí.
Todo el paisaje se está haciendo blando, como los cuadros de Dalí en los que la realidad parece hecha de pasta para modelar.
El flujo ha tomado la vida por asalto, y a mí con ella.
Como de costumbre, sin pedir permiso.

jueves, 10 de enero de 2013

Un ángel

Una vez, siendo niña, viste un ángel.
Ya de mayor, contabas, maravillada, cómo esa figura de luz, alada como en las imágenes de las estampas, apareció en tu habitación infantil.
Ángel se llamaba también el hombre de tu vida, y Ángel le pusiste a tu hijo.
Que los ángeles te guarden, querida.
Que Dios te guarde.

Desorientación

Hoy, volviendo a casa después de uno de los interminables trámites absurdos que la muerte conlleva, me he perdido.
Creo estar bastante entera, poder actuar racionalmente, aunque la verdad es que, en muchos aspectos, llevo puesto el piloto automático.
Y el mundo interno más profundo, ese al que no tengo un acceso consciente, va a su aire sin pedirme permiso.
Perderme en un lugar conocido, que de pronto se vuelve extraño, debe ser una buena metáfora del nuevo paisaje que se me abre con tu partida.

La muerte oficial

Papeles. Notarios. Certificados.
La terrible geografía de la muerte oficial.

Oración Wicca de tránsito

Esperaste tu nacimiento
y viniste al mundo.
Hallaste tu primavera
y creciste.
Pasaste por el verano
de la realización.
Te acercaste a la puerta
en tu otoño,
y ahora te llevan
de la mano
a través de la puerta
que es la muerte,
por un nuevo camino,
un nuevo acopio
de aliento del espíritu.

Que tu travesía sea cómoda;
el bien está contigo.

He aquí la fuerza
para ayudarte en tu travesía.

Siente el amor en tu travesía.
Nuestro amor está en ti.

Enviamos nuestro amor dentro de ti
a través de la puerta.

Ten fe en tu travesía
resplandeciente de verdad.

Has sido liberado
de los grilletes de este tiempo,
has sido liberado
y eres libre para emprender tu travesía.

Tienes nuestra felicidad
por tu liberación.

Mira adelante, adelante,
y trasládate
a ese nuevo camino resplandeciente.
Bendecimos cada uno de tus pasos

en y a través del poder
de nuestra Señora,

que es vida perpetua
y te conduce
hacia adelante y lejos
de nosotros, nuestro tiempo,

la pequeña casa de nuestro tiempo,
nuestro poco tiempo,
desde el que también nosotros
emprenderemos nuestras travesías.

Que la Diosa esté contigo
como lo está con nosotros.

Adios.

(Del Libro de las Sombras de Robin Skelton, sacerdote de la Madre)

miércoles, 9 de enero de 2013

Ya no hay más muerte

"Estás muriendo y muriendo y muriendo y, de pronto, ya no hay más muerte"
(C.S. Lewis, citado de memoria)

Semilla

Qué largos, estos días.
Qué llenos de silencio y a la vez, de locura, de exigencias surrealistas, de burocracia, cotidianidad y desorden.
Aún no he terminado.
Queda mucho que cerrar.
Queda, sobre todo, llevarte, llevar lo que aquí queda de ti, a donde tú pediste.
Después, tal vez pueda sentarme.
Sentarme a conocer qué es esta semilla.
La semilla dura y tierna que tu muerte ha plantado en mí.
Una semilla de verdad más honda.
Sobre todos los aspectos de mi vida.

Como Dios lo hace

¿Cómo será eso de amar?
Amar como Dios lo hace.
Permitiendo que las cosas sean.
¿Podremos perdonarnos a nosotros mismos por no saber amar así?

Juguetes

Los niños piden juguetes a los Reyes Magos.
Primero, se entusiasman con uno.
Luego, lo arrumban y pasan al siguiente.
Pero a veces, esos juguetes están vivos, como en Toy Story.
¿Qué pasa cuando nos damos cuenta de que nos hemos dejado tratar como un juguete?
Pasa que, si hay suerte, podemos recordar quiénes somos.
Y continuar la dolorosa tarea.
La tarea inacabable de seguir madurando.



Agotamiento

Exactamente, eso.
En cuerpo, corazón y el resto.
Vaya año.
El que le falte intensidad, que se arrime.
Tengo para regalar.

martes, 8 de enero de 2013

El río de los objetos

Todas tus cosas, amontonadas en el salón de mi casa.
Cosas que parecían importantes, y que han mostrado ser tan accesorias.
Cosas que ahora volverán al río de los objetos, a ese río al que acaba volviendo todo.
Todo lo que no es esencial.

Lo que es mío

Nunca me he sentido más completamente yo.
Más completa.
Con menos necesidad de proyectar.
Habiendo recogido lo que es mío.
Lo alto y lo bajo.
Lo duro y lo suave.
Lo cruel y lo tierno.
Lo oscuro y lo claro.
Lo fuerte y lo débil.
Lo ardiente y lo helado.
Lo él y lo ella.
En todos sus matices.

Rosas de invierno

Rosas rojas,
de invierno,
para la dama
que se internó en la muerte.

Y un amor
despojado
de todo lo que excede.

Un amor seco,
desnudo.

De invierno.

A.S.

lunes, 7 de enero de 2013

En tu esencia

En tu muerte, despojada de todo lo accesorio, nunca fuiste más tú.
Esencialmente tú.
Te conocí en tu esencia.

De la Tierra y de Dios

Así me siento.

Ahora

Ahora se han ido mis mayores.
Ahora estoy yo.
En un presente sin fisuras.

Velándote

En la madrugada, velándote a solas en tu belleza y tu silencio, sólo había presencia.
Y vastedad.

Ese momento

Cogida de tu mano, vi, sentí, viví contigo el momento de tu tránsito.
Fuera del tiempo.
En un espacio grave, recogido, e íntimo.
En el lugar desnudo de la esencia.
El cambio de tu rostro.
La presencia infinita de tu muerte.
Sólo estabas tú.

domingo, 6 de enero de 2013

Transparente a la luz

Bella hasta el final.
Bellísima, en la dignidad de tu silencio.
Grave y ligera, sin edad, transparente a la luz.

Espera

En mi paisaje, el invierno ha ido despojando al árbol interior hasta dejarlo desnudo.
Arraigado en sí mismo, abierto al cielo y a la tierra, aguarda, en pura potencialidad, el momento de una nueva manifestación.

Tránsito

En el silencio,
la presencia serena
de tu partida.

(Te recogió
dulcemente la muerte,
como una madre.)

Con amor,
Amelia

(4 al 6 de enero de 2013)

jueves, 3 de enero de 2013

El ser de las cosas

En el campo del ser tienen su ser las cosas, y yo puedo, con mi ser, percibirlo en si identidad conmigo.
Son las cosas el ser en su manifestación en ellas.
En su expresión en ellas.
Como en mi.
Como en todo.

martes, 1 de enero de 2013

Año 13

Camino sin prisas la mañana del año recién estrenado.
Un mundo casi vacío me recibe, un mundo de cielos altos y horizontes bajos, a la vez extendido y envuelto en su nitidez silenciosa.
No tiene peso el mundo, esta mañana, ni yo, que lo camino casi sin pensar, el mundo y yo mansamente desprendidos, como un árbol de invierno, de esos doce meses que han vuelto, en una misteriosa expresión de sí mismos, a la nada de la que vinieron.
No hay ayer, no hay mañana, en la orilla  intocada de un tiempo nuevo.
Yo estoy aquí.