Un mundo casi vacío me recibe, un mundo de cielos altos y horizontes bajos, a la vez extendido y envuelto en su nitidez silenciosa.
No tiene peso el mundo, esta mañana, ni yo, que lo camino casi sin pensar, el mundo y yo mansamente desprendidos, como un árbol de invierno, de esos doce meses que han vuelto, en una misteriosa expresión de sí mismos, a la nada de la que vinieron.
No hay ayer, no hay mañana, en la orilla intocada de un tiempo nuevo.
Yo estoy aquí.
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