Cinco poemarios

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Amelia de Sola
EL PAÍS DE LAS MUJERES (1990-2009)
(Selección de poemas)


Dueña negra


Madre de la Castilla vieja y dura,
madre del alto páramo asolado,
señora de la reja del arado
y de la mies que dora la llanura.

Diosa terrible de nuestra locura,
de nuestro sueño más desmesurado,
de nuestro ronco verbo atormentado,
de nuestra inexpresable sed oscura.

Qué seca el agua de tu seca fuente,
qué plúmbeo astro, de total fijeza,
qué mineral el cerco de tu fuerte.

Danos tu amarga bendición renuente,
dueña negra de toda la belleza,
madre nuestra de toda nuestra muerte.


Canción de caminantes

Por el áspero llano
va una figura
-negra esbeltez el aire
de su apostura-.

Va una figura, madre,
va una figura
abrasando la noche
de lumbre oscura.

Diz que los que la siguen
nunca regresan,
perdidos en un sueño
que ella les sueña.

Nunca regresan, madre,
nunca regresan,
que caminan ahora
por otras sendas.

Quién caminara
por los hondos caminos
de su mirada.


Por las alamedas de la muerte 

Gracia me alcance para recatarme
donde afinarme para que concierte,
para mudarme lo que desacierte,
para, calladamente, aquilatarme.

Pueda con el acero aparejarme
siendo, como el acero, leve y fuerte,
porque tendré que caminar la muerte
y por sus alamedas pasearme.

Me acontece, Señor de la mesura,
querer morirme mesuradamente
y en la templanza rematar mi suerte.

Con miedo, con respeto, con finura
-tal, el torero que su oficio siente-,
clásicamente, torear la muerte.


Canción de nacimiento

Era un alba de cielos infinitos,
faltaba muy poquito para Enero
cuando se floreció mi tendedero
de nevados pañales chiquititos.

De nevados pañales chiquititos,
niño, se floreció mi tendedero.
Faltaba muy poquito para Enero.
Era un alba de cielos infinitos.

Todo sol, todo llanto, todo encía
desnuda y sonrisa desdentada,
de lunas y de leche borrachita.

Toda plumón y rosa la vacía,
la apenas curvatura desgreñada,
la dulce calva de tu cabecita.


El parto

El parto es una llanura desolada y lejana donde sentarse a ver la lenta precesión de los dolores. Luego llueve sobre la tierra y se parten las piedras, porque se ha despertado el durmiente con un hambre terrible de dolor y de tiempo.


Morrigan

El sol, el cuervo negro, la alegría,
la muda, pavorosa indiferencia,
el salvaje arrebato, la impaciencia,
el fuego mineral, la sed sombría.

Y comer, y reír, y la agonía
y el éxtasis de sexo, la inconsciencia,
la muerte, el parto, la total urgencia,
el sueño más cruel, la luz más fría.

Agua sobre la tierra desolada,
sobre los huracanes y las rosas,
sobre la piedra y la desesperanza.

Ciega y ensimismada la mirada,
el pilar y la fuente de las cosas,
el centro indivisible de la danza.


Yo soy Medea

El primero
para no morirme.
El segundo
por si muere su hermano.
El tercero
para ganar el cielo.

El primero
para Moloch.
El segundo
para la reina-bruja.
El tercero
para el viejo Jehová,
en prenda de mi fuga.

Para eso los incubé en la oscuridad
y los alimenté en la ignorancia
pretendidamente perfecta
de sus motivos y los míos.


De infinitos azules

Una mujer tendida,
de infinitos azules
las sombras,
los mares
de sus ojos,
atardece
en esas playas,
vuelan
los pájaros del mar,
hay barcos que navegan,
islas, marinos muertos,
cielos grises
sobre las aguas.


Más allá de tu frente

Más allá de tu frente galopan los caballos,
se conducen
como niños los niños,
menudean
las olas, las sábanas de musgo,
vagan,
en su crueldad, los malos,
mueren
los convocados a morir,
se pudren
los muertos anteriores
en tu frente,
detrás de la pantalla de tu frente
se sientan los abuelos,
se firman los tratados,
se cometen
los crímenes atroces,
se ríen las muchachas,
se levantan las casas,
se imprimen los diarios,
las viejas, implacables,
preguntan quiénes somos.


Dama de espadas

Vuelan los pájaros
sobre la dama de la mano abierta,
la señora del frío,
sola en su sede
de acerada ternura.



El país de ls mujeres

Hay un sitio
donde van las mujeres a sentarse.
Hay una piedra negra de la sangre
en el centro del llano.

(En el país de las mujeres
las cosas no se llaman
de ninguna manera)


Maldición

Siéntate
en una silla baja.

Cúbrete la cara.

Espera
como esperan las mujeres.


Mujeres viejas

Las arrugas, los torrentes del rostro,
la mirada
de las mujeres viejas.



Stabat Mater

El hijo
está muerto.
Se ha secado el vientre.
Callan todas
las mujeres del mundo.


Una momia de niño en el Museo Británico

En sus vendas,
una forma pequeña,
un pequeño navío de dolor
en las aguas del tiempo.



Iniciación
(a Blanca)

Madrugada.
En una cama estrecha,
una madre y su hija están hablando.
La niña ha preguntado por la muerte.



Minotauro

En la noche de las doncellas
muge el monstruo a los cielos,
el cuerpo blanco,
la gran cabeza astada,
el dolor animal de Minotauro
entre jóvenes muertas.



Bendición

Una flor para el chico de los ojos negros.
La mirada
de los héroes antiguos
sobre el muchacho de los ojos tristes,
portador de la carga,
portador de la rabia y el asombro.

Séale dulce el amor de las mujeres,
gozosa la aventura,
leve la incertidumbre.



En las rocas blancas

En las rocas blancas, salpicadas de espuma,
lloraremos
por los muchachos muertos en combate,
por sus hermosas vidas
ya deshabitadas.

Allí, en el momento del adiós,
herirá el sol las aguas
y formará un camino para nuestras coronas.


Canción de la Reina del Dinero
(a O.)

¡Reina del dinero! ¡Reina del dinero!
Yo
soy la reina del dinero.
El dinero me quiere,
el dinero me sigue y hace todo
lo que yo digo.

Reina del dinero,
los vaqueros más caros,
un anillo grande,
un coche brillante
para recoger a los hombres.

¡Reina del dinero!
me gritan
los niños por la calle,
y yo les tiro monedas, yo les tiro
cerezas, caramelos,
zapatillas de marca,
yo me compro
bombones,
lencería de encaje,
apartamentos,
yo
soy la reina del dinero
y me tienen envidia las mujeres.



Cuatro
 (de un libro en la basura)

El perro negro,
la mentira del centro,
hay una tejedora vieja, vieja,
soplan los vientos
a través del desgarro.

(No se puede tapar la cara
del viviente)


Padre de las mentiras

(El que se regocija
mirando)


Uroboros

Duerme en sí misma, alienta,
extiende su vastedad orgánica,
reposa ciega, ahíta,
gravitando.

A.S.




Amelia de Sola
LA VOZ RECUPERADA (2010)
(Selección de poemas)

La voz recuperada

Era el dolor de tanta vida muda,
de tanta tierra sin palabra,
de tanta voz perdida.

Pero si encuentro la voz,
si la encuentro,

se habrán abierto por fin las ventanas,
habrán corrido gozosos los ríos,
se habrán teñido de rojo los cielos,

prenderá la llama,
brotará, incandescente, la lava,
nacerán niños de madres felices,
se reunirá una asamblea de soles,

madurarán las uvas,
fermentarán los vinos,
copularán las bestias

y sonará la voz recuperada

convocando a mi sangre,
convocando a mi alma,
convocando a mis padres y abuelos,
convocando a los muertos,
convocando a los yoes que se fueron,
convocando al camino,
convocando a los dioses dormidos,

al valor, a la espada,
al instinto, a lo oscuro,

a la fuerza que mora en los huesos,
en el vientre, en el sexo,

que sube de la tierra,
que estalla en la garganta,
que inunda las vertientes,
que atruena en las tormentas,
que se yergue en las rocas,

la fuerza
de la voz
que afirma la palabra.


De amor y de silencio

Amar tu cuerpo, sí,
pero amarte en tu cuerpo,
sentir tu cuerpo abierto a mi amor que lo riega,
tu carne transparente a mi amor que la inunda,
el metal de tus huesos líquido a mi presencia.

Amar tu cuerpo como quien ama lo sagrado,
como quien, reverente, se adentra en tu paisaje,
como quien atraviesa la vastedad del mundo
para posar el alma en el lugar del alma.

Amar tu cuerpo en trance, como quien toca el arpa,
como quien se derrama sobre la dulce tierra,
como quien se deshace en agua y alimento,
como quien se ha perdido por los bosques del tiempo.

Amar como quien llega y levanta los velos,
y levanta las capas de dolor infinito,
como quien, con cuidado, roza la pulpa tierna,
el centro vulnerable, la faz de la inocencia.

Amar como quien reza, como quien se recoge,
orar en el silencio tu cuerpo silencioso,
amar en el silencio, amar y ser silencio
y quedar en silencio.


Si viniera la dama de la muerte

Si viniera por mí la oscura dama,
la oscura Dama de la Muerte,

si viniera esta noche,
o alguna noche de éstas
-como vendrá, sin duda, alguna noche-,

saldría a recibirla a los umbrales,
la invitaría a que pasara dentro,
le ofrecería el pan,
la sal, el agua fresca,

y con amor y miedo
pediría a la oscura Madre Muerte
un trocito de tiempo, apenas nada,

tan sólo el necesario
para sentarme a solas
-tal vez en la ventana,
mirando hacia los cielos-
y recogerme un poco,
para maravillarme una vez más.

Para maravillarme de estar viva,
de ser consciente de estar viva,
de ser, sencillamente, y de saberlo.

De hacer parte de un mundo donde hay cosas,
un mundo donde existen

las piedras, las montañas, los caminos,
las nubes de algodón, los arrayanes,
los cines de verano, las leyendas,
las estrellas, la luz, los animales,
los pasteles, las pizzas, los helados,
la gente...

Un mundo donde hay gente, Dios bendito.
¿Será posible que haya gente?
¿Será posible que haya tanta gente,
que yo misma sea gente, que yo sea
una mujer en medio de este mundo?

¿Que haya nacido entre la gente,
que haya corrido libre,
que haya crecido amada,
que haya tenido hombres,
que haya parido hijos,
que haya visto belleza,
que haya llorado a veces?

¿De dónde a mí tanta riqueza?
¿De dónde a mí tanta abundancia?

Sufrimiento, alegría,
abyección, inocencia,
maldad, bondad, justicia,
salud, dolor, olvido…

¿Qué importan los matices
ante el hecho desnudo
de ser, de haber vivido?

Criatura entre criaturas,
pedazo de planeta,
hija de las estrellas,
corazón de los astros,
madre del universo
que habita en mis adentros,

amada de los dioses,
semilla de futuro,
eslabón de cadena,
sede de la consciencia,

nacida de la tierra,
ungida por los cielos,
portal de lo sagrado,
bendita entre benditas

por ser, por haber sido,
y por haber llegado
-una noche de noches-
al punto del encuentro.

Y por seguir viaje
-con amor y con miedo-
a través de la muerte.


Canción de la que es todas las mujeres

Ha sucedido, amor,
que, sin quererlo,
hoy he estallado en todas las mujeres.

En todas las mujeres.

En todas las criaturas
que lloran en sus cunas
heridas por la vulva,

por la vulva-destino
de todas las mujeres que yo soy,
amor,

la niña de un retrato en blanco y negro
que pretende ser buena
y lista, y responsable,
para gustar a su papá,

la adolescente que recorta poemas,
que interroga en la noche,
que busca a los muchachos,
que se estrella mil veces
contra la soledad,

la amante torpe
de los amantes más inadecuados,
en busca de la llave de su cuerpo,

la que se crucifica
en amor infinito
a ti, y a ti, y a ti, los que pasaron,
los amores eternos
que morarán por siempre
en sus profundidades,

la esposa,
la ramera,
la madre de los hijos,

la que se abre
como una cueva
para embeber la lluvia de caricias
de un extático amor inesperado,

la que vierte su ser, como una fuente,
sobre un cuerpo en entrega,

la que quiere ser ella,
y ser libre, y ser una,

la que busca incansable,
la consagrada al todo,

la zorra indiferente,
la cínica que sabe,

la eternamente virgen,
la amiga para siempre,

la mujer que te ama,
la que ama a otros hombres,

la sola y siempre sola,

la todas las mujeres
que quieren ser, amor,
en este día,

la que quieres que sea,
la que soy sin quererlo,
la que no seré nunca,
la que quiere y no quiere,

y no es,
y no ha sido,

la ninguna mujer,
la nada de mi centro,

la nada, amor, que estalla,
la nada que se abre

en todas las mujeres.


Hombría de bien

Si la tierra fuera
hombre,

si fuera carne,
alma,
sexo,
corazón,

manos
capaces de crear,

sería como tú,
sería
tú.

Sustento
como tú,

cimiento, roca,
suelo
como tú,

trabajo, fruto,
abrigo
como tú,

refugio, amor,
cobijo
como tú,

cuidado
como tú,

ternura
como tú,

humildad
como tú,

solidez
como tú,

tibieza
como tú,

hombría
como tú,

belleza,
silenciosa
belleza,

como eres
-sin
saberlo-
tú.


Canción del amado solar

 La visita
del amado solar,

el hombre claro
iluminando cuevas,

irrumpiendo
en la humedad oscura.

El amado
recto como una torre,

formado para el vientre,

para llenar el hueco
de la carne y el alma,

el amigo de risas, de caricias,
derramándose dentro,

inocente
como un niño pequeño,

contenido en los brazos,
en toda su belleza.

A.S.




Amelia de Sola y Asun Aparicio  (2011)
IMAGEN Y PALABRA



Amelia de Sola
LAS TRISTEZA EN PUNTO (2012)
(Selección de poemas)


Tristeza abajo

He resbalado
en la tristeza,

me he deslizado
por la tristeza abajo,

como
resbala
un llanto tibio,

una gota
de sangre,

un dolor viejo,
corazón afuera.

La tristeza
tiene texturas
de terciopelo antiguo,

sonido
de queja suave,
contenida,

olor
a soledad
y a tarde de domingo.

La tristeza
sabe
a tiempo de invierno

sin ti.


Una verdad herida

Ha llegado
el momento
de una verdad tranquila,
mansamente profunda.

Una verdad
herida.


Quedarse quieta

No hace falta
exorcizar

algo tan simple,
tan suave, mortalmente
profundo.

Basta
quedarse quieta.


Mucho más presente

No estás aquí.

En realidad,
no te conozco
demasiado.

Ni siquiera
estoy yo,

ni me conozco
demasiado
a mí misma.

No es más
que un poco de dolor,

un poco de asombro
de que algo tan antiguo
esté tan irrazonablemente presente.

Mucho más presente
de lo que tú
o yo
hemos estado

o estaremos
nunca.


En tono menor

Es curioso
lo callado
que se ha quedado todo,

el tono menor
que,
al parecer,
ha decidido adoptar
mi corazón.

Es verdad
que las cosas
realmente importantes
se gestan poco a poco.

Incluso morirse
acaba por resultar
un trabajo
de lentitud agónica
(en el sentido
más estricto).

Y, cuando al fin ocurre,
se dice que,
a menudo,
los muertos novatos
no se percatan de un hecho
tan remarcable,

y continúan, como
si tal cosa,
su no vida de siempre.

A mí
ha debido sucederme eso,
y apenas sí
empiezo a sospecharlo ahora.

Apenas sí
empiezo a sentir
un vacío interior
que complementa
al vacío de afuera.

A fin de cuentas,
hace ya mucho
que no encuentro mi cuerpo

cuando lo busco
con tus manos.


El exacto lugar

Resulta
complicado
practicar

un camino de retorno

a través
de tanta carne, sangre, nervio,

avanzar
apartando
con suavidad
venas como lianas,

perforar
a dinamita
túneles
que atraviesan los huesos,

librar
batallas
épicas

con músculos,
cartílagos,
tejidos

empeñados en proteger,

abrirse paso a hachazos
hasta el exacto lugar
del corazón,

para reconocer
lo que está

cansado,
sin más.


Las tristeza en punto

No pasa
más

que un poco de
tristeza,

las tristeza
en punto,

la hora
de tomar la tristeza,

sola

o
con leche.


Sin consistencia

Atravieso

con esta
mano

la veladura
frágil
de mi vida.

No encuentro
consistencia.

Casi
no encuentro
consistencia

(excepto
donde duele).


Un puñado de recuerdos

Hay
un puñado
de recuerdos
que tienen
peso.

Lo demás,
apenas
me ha pasado
nunca.


Sin mi corazón

Latía
el mundo
sin mi corazón

(yo
-¿cómo pudo
ser?-
no estaba
allí)

A.S.



Amelia de Sola
EL TERRITORIO NORTE DEL ALMA (2012)
(Selección de poemas)


Un cuento viejo

Una vez me contaron
un viejo cuento
que se te parecía.

Un cuento para niños,
verdadero y terrible,
como son esos cuentos
de cuando las palabras
apuntaban
y hacían blanco
sin miedo a herir.

Sabía a muerte, el cuento,
a fragor
de tiempos en batalla,
a soledades
más antiguas
que un mundo que se ha vuelto
menor de lo que era.

Sabía a lo que saben
las bárbaras canciones
de los hombres
de los comienzos,

a fuerza desbocada,
a vientre
y a misterio,

tal como aparecías
a mi mirada.



El territorio Norte del alma


Contiene
el alma
territorios bárbaros,

reinos feroces,
habitados
por criaturas terribles,

mares desconocidos,
apenas navegados
por los hombres
del alma,

por los hombres
de la tierra Norte
del alma,

por aquéllos
que hacen
del alma
un alma
para perderse
en ella,

para quedarse
ciegamente
en ella,

para cantar,
en el ardor del frío,
una canción de nieve,
de huracanes´
de cólera indomable,

de ternura
de acero.

Un mundo antiguo

Devolver
a su ser
un mundo

antiguo,

cubrir de vísceras,
de carne,
de sangre viva,

los huesos
secos

de una tierra
perdida.

La casa del Norte
Flores heladas
en la aurora
de un Norte
que nada sabe
de calor.

En los jardines
de la casa
del Norte

centellean
los árboles del frío,

cincelados

en ramas de cristal
y frutos
blancos.


Los cielos del Norte

En los cielos
del Norte,

las estrellas
descienden

hasta la nieve.


Viento en el Norte

Por las llanuras del Norte, arranca el viento la nieve hasta dejar desnuda la tierra negra.


Aurora boreal

En la aurora
de los cielos del Norte,

danzan los fuegos fríos
en una incandescencia
imposible,

incendian
los diamantes del hielo,

recorren,
embrujados y solos,
la llanura.


El ídolo del bosque

Gravita
sobre la tierra negra,

su bárbara
sacralidad
densificando el bosque,

ahíto
de las crudas
ofrendas

de un miedo antiguo
y ciego.



Parto

El parto
alienta
el frío.

La hembra
animal,
abierta
a tierra,

el vagido
pequeño
de la cría.

Humea
el suelo,
de sangre
y de placenta,

lame
la madre
la dulce
piel
mojada.


Mujer chamán

Fuego,
y unos ojos
que son los ojos de la tierra.

Ha dejado
varias vidas
atrás,

los hijos
de su vientre,

los hombres
de su carne,

la gente
de su corazón.

y la soledad
viva
la sustenta.

Allí
está,
para nadie,
para sí misma,
para todo
el que la busque.

allí,
en el recinto
de su estar,

donde sabe
que puede
y sabe
que no puede.


Los muertos

Vagan
los muertos
por la tierra del Norte,

los muertos
de batallas
olvidadas,

atados
a la tierra

que amaron.


El espíritu Norte

Habitado
por nadie,

extendido
donde no habita
nadie,

ignorado
a sí mismo,

en una
nitidez
implacable.


No ahora
Tal vez
alguna vez
vuelva del Norte.

Pero no ahora.

A.S.



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