Desde que me asomé a tu muerte, desde que me la bebí trago a trago, estertor a estertor, apnea a apnea, ya sé cómo nos morimos. Cómo me voy a morir.
Desde que te acompañé, cogida de tu mano, mientras transitabas ¿hacia dónde? puedo (casi, en cierta manera) visualizarme a mí misma en ese trance animal, terrible y pavoroso, visualizar mi cuerpo luchando por respirar, haciendo pausas cada vez más largas, perdiendo y recuperando el pulso, en un combate de horas, hasta que el corazón, agotado, termina por rendirse, el rostro se afila, los labios palidecen, la lengua aún se mueve en un último reflejo, y el cuerpo queda quieto, quieto por fin, abierta la boca en el postrero intento de recuperar un aire imposible.
Así me voy, así nos vamos a morir, lenta, implacable, seguramente.
Sin saber lo que siempre, siempre hemos querido, queremos, querremos saber, hasta que nos hayamos muerto.
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