Tengo un fragmento de meteorito pequeño, denso y pesado, brillante de hierro y níquel y frío de espacio y lejanía.
Hoy, tras la caída de una gran piedra estelar en Rusia, y a pocas horas de que otro visitante de los cielos pase rozándonos, lo he buscado por los cajones y lo tengo delante, al lado del ordenador, un recuerdo diminuto y real de nuestra cósmica insignificancia, pero también de nuestro parentesco con estrellas, planetas, astros errantes y la entera Creación.
Ellos, nosotros y la Madre Tierra estamos hechos de lo mismo.
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