Una mujer sin solución

Hace tiempo, muchacha.
Hace tiempo que lo vengo pensando.

No quería decirlo tan claro.
No quería quitarte esperanzas.

No quería herirte
más de lo que ya lo vienes
estando,

no sea que acabes
partida en dos
o tres pedazos,

pero créeme, chica,
no puedo evitar saberlo,
no puedo evitar estar segura
de que no tienes arreglo.

No, muchacha,
no vayas a creer,
no vayas a creer por un momento
que tienes solución.

Podrías alegar
que has hecho cuatro
o cinco cosas
que no están tan mal.

Que has hecho,
con el material
que te dieron,
alguna
pequeña cosa
de interés.

Que has puesto alguna
pequeña cosa
en el mundo
propia
de no ser mala gente.
No, de no ser mala gente del todo.

Podrías alegar, incluso,
haber luchado,
sí,
y no siempre fue fácil,

haber luchado
por hacerlo
pasablemente.

Pero créeme, chica,
apenas pasa día
sin que te duela algo,

sin que vayas dejando
por ahí
trozos de corazón,

así
que queda claro
para cualquiera
que no vales para esto.

No, no, muchacha,
mírate,

admite
que
no vales para esto

de
vivir de una manera
razonable.

Lo suficientemente
idiota

como para aspirar
a algo parecido
a entender,

lo suficientemente
lista

como para hacerte
alguna
ilusión
al respecto,

oh, sí, demasiado
lista
como para hacerte
ilusiones,

y demasiado
tonta

como para saber
guardar
intacto
el corazón

Ninguna ilusión, chiquilla,
de que las cosas cambien,

de que la vida
sea otra cosa
que lo que es.

Así que ya ves,
no hay para tí ningún arreglo,

para ti,
que no sabes
conformarte
con lo que hay.

Estás jodida, sí,
lo sabes,

estás jodida,
hoy y mañana y siempre,

siendo
como eres,

estás jodida,
sin solución.

A.S.