Perdón por insistir, pero lo de la autonomía de las figuras internas me tiene con la boca abierta.
Y es que, a poco que te descuides, vas y te crees que estás pensando-sintiendo-actuando tú, y ni flores. Son ellas.
¿Que ellas también son tú? Sí, claro. O no del todo. O según lo que se considere, y hasta qué punto y quién demonios lo sabe.
Y ni que estuviera claro qué es "ser tú".
Ah, y lo de integrarlas (a ellas) también tiene su tomate.
Y no consiste para nada en lo que suele creerse.
Pongamos lo de la Sombra, por ejemplo.
Sí, uno sabe, sin lugar a dudas, hasta qué punto puede ser malvado-malvadillo-malvadazo, y eso ni le va a extrañar ni a hacer que se le mueva un pelo.
El problema reside en la autonomía de unos movimientos internos tan imperceptibles y sutiles que es facilísimo pasarlos por alto. Que permanezcan inconscientes. Operando.
Y no se trata de ponerse a mejorar, sino de conocer.
Porque el conocimiento permite elegir. Y aceptar.
Y actuar(los), hacia adentro o hacia afuera, conscientemente. O abstenerse conscientemente de ello.
Cosas, y tal.
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