"Las tumbas Neanderthal y los santuarios del oso -nuestras primeras pruebas ciertas de ritual religioso- muestran un intento de enfrentarse con la huella de la muerte.
Pero el misterio de la mujer no es un misterio menor que el de la muerte. El nacimiento también es un misterio, al igual que la leche de la madre y el ciclo menstual en armonía con la luna. La magia creativa del cuerpo de la mujer es algo para maravillarse. Y tanto es así que mientras que los hombres en sus ritos... están invariablemente adornados con ropajes mágicos, la más potente magia del cuerpo femenino se basta a sí misma. Por tanto, en todas sus primeras epifanías, bien en las estatuillas paleolíticas o en el neolítico, ella es la diosa desnuda, con un acento iconográfico en el simbolismo de su propia forma mágica.
La mujer, como la puerta mágica del otro mundo, a través del cual la vida entra en este, se presenta naturalmente como contraposición a la puerta de la muerte, a través de la cual se le abandona. Y no hace falta que esté implicado en esto una teología, sino sólo el misterio y la maravilla de una mente asombrada ante un segmento aprehendido del universo, junto con el deseo de unirse a cualquier poder que pueda habitar tal maravilla."
(J. Campbell: Las máscaras de Dios)
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