martes, 25 de junio de 2013

Un mandala viviente

Cincuenta y ocho
años.

Un crecimiento
lento,
orgánico,

a través de los días,
los meses,
las cosas
de mi vida,

las que vinieron
y las que fui
a buscar,

las que trajeron
júbilo
como las portadoras
de dolor,

las que encontraron
suavemente
su lugar

y las que van
vagando
por los paisajes
de mi alma,
en busca de un hogar
a su medida.

Cincuenta y ocho
eones
de vida
de mujer,

cincuenta y ocho
eternidades,

cincuenta y ocho
anillos
de mi árbol,

esculpidos
en materia viviente,

ordenados
en un mandala
vivo

que brota
desde el centro,

desde el punto
vacío

donde no
necesito

saber
quién soy.

A.S.

(De: Una mujer mayor)

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