Nunca hasta ahora había visto con claridad tan meridiana la autonomía de la Sombra.
Y que sea autónoma significa, literalmente, eso. Que va a su aire, sin el menor asomo de control por parte del Ego.
Pero es que, además, es inconsciente. Lo que significa que puede producir -y, de hecho, produce- algo así como una versión cotidiana y cutrecilla -o no tan cutrecilla: véase, si no, el nazismo- de la posesión.
Y eso nos pasa a ti, a mí y al tantas veces mencionado vecino del octavo. Todos los días, varias veces al día. O cuando le da la gana a ella. Que es mucho.
Y la única manera de exorcizarla es la atención.
Y saber a qué diablos -literalmente- hay que atender.
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