Porque la muerte simbólica no es la muerte real.
La muerte real, la de verdad, es una atrocidad que atenta contra el mismísimo centro del sentido. Del orden.
De nuestras pequeñas, cálidas, humanas construcciones vitales.
Amas a alguien.
Construyes con alguien.
Y la muerte arrasa con quien amas y con la construcción.
Lo que queda es un paisaje destrozado.
Por los incognoscibles proyectos de Dios.
O por la indiferencia de la naturaleza madrastra.
O por una mala jugada de la lotería genética.
O por la puta que los parió a todos.
Por la reputísima que parió este... desconsuelo.
I strongly agree, que para eso he estado en un curso de inglés (acatula papaní, según mi suegra)
ResponderEliminarUna putada como una casa
Sí, Marinina. O yes. Una putada as a house. A very, very big house.
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