"Resulta notorio que el que proyecta no es el sujeto consciente, sino el inconscieente. Por lo tanto, uno no realiza la proyección: la encuentra hecha. El resultado de la proyección es un aislamiento del sujeto respecto del entorno, en cuanto que se establece con éste una relación no real sino ilusoria. Las proyecciones transforman al entorno en el propio pero desconocido rostro del sujeto. Lleva, pues, en última instancia, a un estado autoerótico o autístico, donde se sueña un mundo cuya realidad permanece, empero, inalcanzable. El sentimiento de incompletitud que así surge y el sentimiento, peor aún, de esterilidad, se interpreta a su vez, por proyección, como malevolencia del entorno, y por medio de este círculo vicioso se acrecienta el aislamiento. Cuantas más proyecciones se insertan entre el sujeto y el entorno, tanto más difícil resulta para el yo ver a través de sus ilusiones. ..
A menudo resulta trágico ver qué aguda penetración pone una persona en estropear su propia vida y la de los demás, sin poder percibir... cómo toda esa tragedia proviene de ella misma y ella misma la realimenta y mantiene de modo continuo. Su conciencia por cierto no lo hace, pues se lamenta y maldice de un mundo traicionero, que se le retira a una distancia cada vez más lejana. Más bien, es un factor inconsciente el que teje esas ilusiones que se velan a sí mismas, y velan al mundo. Ese tejido termina de hecho en un capullo donde el sujeto queda finalmente encerrado."
(Jung: Aion)
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