Regueros,
ríos,
árboles
de sangre tibia
corriendo,
permeando
las antiguas grietas
de la tierra,
confluyendo
en enlaces sin número,
la sangre roja
de hombres y mujeres
humeando
en la cópula
a través de los tiempos y los tiempos,
avanzando
en el ansia perpetua
de la unión,
luchando por ser uno,
golpeando
el muro de la separación
para rendir su fuerza,
la fuerza de la mezcla infinita
de las generaciones
vividas y vividas y vividas,
para que fueras,
para que estuvieras aquí,
en este tiempo tuyo,
en este tiempo de tu tiempo,
en este remolino
de tu vida.
Aquí.
Aquí donde estás viva.
Donde vive tu fuerza,
donde el torrente de un linaje
que atraviesa lo humano
grita para que seas.
Para que seas
y vivas
y te vivas.
Aquí.
Tú misma.
Sola.
Única.
Capaz de vida.
De tu vida.
De esta única vida
que es el nudo
de todos ellos,
en la única materia
de ti misma,
hoguera
de ti misma,
latido
de tí misma,
océano
de sangre
de ti misma
flor, fruto,
semilla,
canal
viviente
de los que siguen
a través
de ti misma.
A.S.
(Noche de Walpurgis, 2013)
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