El deseo es "para mí".
Vale decir, es un asunto de cada uno, que nada tiene que ver con otro, con el otro, con la persona o cosa deseada.
El deseo se agota en su cumplimiento.
O en su no cumplimiento, cuando sabes que se agota en su cumplimiento.
Y saber eso, saberlo íntimamente, acaba por matar el deseo de deseo.
Debe ser cosa de la edad.
Cosa de la edad saber en qué termina por terminar todo deseo.
Y, cuando eso sucede, cuando sabes, y sabes que sabes, te quedas de pronto en el territorio del vacío.
En el territorio del "¿y ahora, qué?"
Y -hablo por mí y por el momento- te encuentras sin respuesta.
Cabe suponer que acabará viniendo la respuesta.
Y que tal vez tenga que ver -por fin- con los demás.
Con algo más que mi cansado, sempiterno yo.
Pero, mientras tanto, hay una incómoda tristeza.
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