domingo, 11 de enero de 2015

Manos

Miro mis manos. La suave seda arrugada de los dorsos. Las palmas, en las que confluyen infinitos caminos.
Mis manos sienten la llamada del aire. Se mueven hacia el aire y lo tocan, lo desean, lo acarician lenta, profunda, ciegamente.
Y en el silencio y la caricia, mis manos y el aire se confunden. Se abren en una unión sagrada, se derraman por las llanuras del cuerpo, de todo el cuerpo convertido en ola.
Y nada más.

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