"El divorcio contra natura de lo sensorial y lo espiritual genera profundas confusiones en los adeptos de las dos vías. Tradicionalmente asignamos un periodo de nuestras vidas para probar ambas vías, una tras otra. Permitimos, con una sonrisa condescendiente, que los más jóvenes prueben la pasión, el deseo, la sensorialidad, a sabiendas de que, forzosamente, un día serán como nosotros, serán necesariamente cansados y sensatos. Algunos se ensañan con esa búsqueda, y son condenados sin piedad por quienes esperan que se unan a sus filas. Pasados los cuarenta años, los seres tienen un breve sobresalto de pasión, aunque vuelven a caer, agotados y víctimas de la desaprobación general. A veces, esta pasión los hace resucitar y los conduce hacia la felicidad...
En una era en la que la comunicación es la palabra clave, en la que se puede acceder en un par de segundos a una cantidad de información ilimitada, nos quejamos de haber perdido el contacto con nuestros cuerpos y con los demás seres humanos. Sufrimos de una soledad extrema, sufrimos porque hemos dejado de tocarnos, sufrimos una virtualización de los sentimientos, de la expresión de las emociones y de la sensorialidad...
¿Estamos condenados a oscilar sin cesar entre una de esas vías y la otra? Casi todos los seres que me encuentro tienen la intuición profunda de que existe una tercera vía. Hemos sufrido demasiado el fanatismo, la violencia y la exclusión, nos hemos abierto progresivamente al mundo y a su diversidad. Lo que las mujeres y los hombres de hoy buscan es una vía en la que los contrarios estén reintegrados en el amor verdadero y en la aceptación de toda la riqueza que cada ser humano posee en el."
(Odier: Deseo, pasión y espiritualidad)
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