"El tantrika rechaza el placer limitado, deja que su conciencia vuelva al origen, reconoce al hombre y la mujer en sí mismo, se abre al mundo y entonces se da cuenta de que el tiempo, y el espacio, el deseo, el no estar completo y la limitada creatividad son esperpentos destinados a los seres llenos de temor. Si el ser humano no estuviera aterrorizado, no habría una aproximación gradual a la espiritualidad; si el ser humano no estuviera aterrorizado, no habría pruebas que superar... no habría Dioses fuera de él mismo, ningún camino a seguir, ningún progreso ilusorio, nada de metafísica, nada de conceptualización de lo divino.
El shivaísmo ofrece la libertad incondicional al hombre del kali yuga... Pocos son capaces de cogerla, quema como un fuego ardiente, pero sólo se necesita una pequeña rendija de la conciencia para que lo divino se precipite en ella. Lo divino es como un invitado al que obligamos a dormir afuera. No es el sitio que le corresponde. Espera con paciencia a que nos decidamos a abrir una puerta o un postigo para poder entrar. Es por lo que a menudo utilizamos la expresión de volver al propio hogar, volver a casa. He puesto tu mano en el fuego en el momento en que has abierto tu postigo. Si me hubiera adelantado un segundo tendrías todavía la marca de la quemadura."
(Daniel Odier)
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