Las mañanas en las que no hay que ir a trabajar, me encanta levantarme tarde, desayunar y, en la casa silenciosa, sentarme delante del ordenador con los restos de la infusión del desayuno y un cigarrillo, a echar un vistazo a las noticias y al correo, y después, si me apetece, escribir algo.
Me siento la dueña del tiempo, y el mundo me paree sencillo, puesto en su sitio, toda yo contenida en una cotidianidad plácida y alegre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario