Ser la mujer
que un hombre ama
es una carga
dura y dulce.
Pesa, el amor
de un hombre,
de un peso que alimenta,
que nutre el alma,
que construye
una casa de tiempo,
de cuidado,
de una ternura sobria.
Ser la mujer
que un hombre ama
pone grávido el vientre,
ara la tierra
del corazón,
confiere
realidades,
certezas,
cercanías,
siembra calor
y una presencia
recogida
en una vida
-en lo posible-
compartida.
A.S.
Jo-der!
ResponderEliminarLo tomaré como un elogio.
ResponderEliminar