Luz y oscuridad, como cualquier par de opuestos, no existen más que como aprioris de nuestra conciencia.
Desde el punto de vista de esta, no obstante, son "reales" y demandan discriminación.
La opciøn unilateral por la luz que plantean muchos caminos autodenominados espirituales parece conducir a un buenismo ingenuo, plano y ausente de la noción de una sombra que no por ello deja de existir y manifestarse; en tanto que la opción contraria llevaría, en el mejor de los casos, al peligroso "juego" de una identificación más o menos inconsciente con dicha sombra, y en el peor, a una franca psicopatía. La visión que integra y acepta ambas perspectivas (lo que no significa actuarlas sin más), en sus múltiples matices y contradicciones, parece más humildemente humana, más realista y, en última instancia, más compleja, sabia y... compasiva.
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