A estas alturas, me resulta difícil concebir -como profesional o como usuaria- una terapia de verdad profunda que no incluya la voz del inconsciente. Como guía impecable. Como impecable orientador.
"El inconsciente es la fuerza soberana que nos empuja a elegir la mujer o el hombre con el que compartimos nuestra vida. Nos empuja a elegir la profesión que ejercemos e incluso nos empuja a elegir la ciudad o la casa en la que vivimos. Todas estas elecciones se nos imponen sin saber verdaderamente por qué. Sin embargo, existe otro poder del inconsciente, más irresistible todavía: es el poder de empujarnos a repetir; nuestra vida late al ritmo de la repetición que el inconsciente impulsa." ... Si esto es así nosotros no seríamos más que los muñecos huecos en los que el inconsciente vive y hace y deshace lo que quiere con nuestras vidas. Y nos eleva o nos hunde, nos acierta o nos equivoca, nos hace vivir o nos suicida, sin que en nada de lo que aparentemente hacemos, tengamos nada que ver. Y si esto fuera así en la terapia el inconsciente del terapeuta se entendería con el inconsciente del paciente, acto en el cual terapeuta y paciente como individuos sólo serían meros invitados de piedra, títeres en el guiñol terapéutico. Si has leído hasta aquí la elucubraciones de esta inconsciente marioneta (o mejor dicho, marioneta del inconsciente) muchas gracias por tu paciencia.
"El inconsciente es la fuerza soberana que nos empuja a elegir la mujer o el hombre con el que compartimos nuestra vida. Nos empuja a elegir la profesión que ejercemos e incluso nos empuja a elegir la ciudad o la casa en la que vivimos. Todas estas elecciones se nos imponen sin saber verdaderamente por qué. Sin embargo, existe otro poder del inconsciente, más irresistible todavía: es el poder de empujarnos a repetir; nuestra vida late al ritmo de la repetición que el inconsciente impulsa."
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Si esto es así nosotros no seríamos más que los muñecos huecos en los que el inconsciente vive y hace y deshace lo que quiere con nuestras vidas. Y nos eleva o nos hunde, nos acierta o nos equivoca, nos hace vivir o nos suicida, sin que en nada de lo que aparentemente hacemos, tengamos nada que ver.
Y si esto fuera así en la terapia el inconsciente del terapeuta se entendería con el inconsciente del paciente, acto en el cual terapeuta y paciente como individuos sólo serían meros invitados de piedra, títeres en el guiñol terapéutico.
Si has leído hasta aquí la elucubraciones de esta inconsciente marioneta (o mejor dicho, marioneta del inconsciente) muchas gracias por tu paciencia.
Cabe que así sea. Si es así en la terapia y en la vida, pues así será.
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