sábado, 22 de marzo de 2014
Oficio de costura
Avanza la madrugada y me encuentra cosiendo.
Coser es una extraña tarea que ocupa ahora una parte considerable de mi tiempo libre, sin que yo termine de explicarme muy bien el motivo.
Paso a paso, con la única ayuda de algunos tutoriales encontrados en la Red, he aprendido a manejar la máquina y a cortar algunos patrones rudimentarios. Pero, en esencia, voy avanzando sola, descubriendo, o mejor, redescubriendo, la solución a los problemas de un oficio desconocido, a medida que me los voy planteando.
No se trata, desde luego, de una actividad práctica. La ropa que confecciono a solas, en estas largas noches de concentración casi meditativa, hace pensar más bien en un mundo de cuentos y leyendas, de damas y hechiceras, perdido entre las brumas de la infancia.
Si se trata de un juego, es un juego del alma y de las manos, y me lo tomo totalmente en serio. Y es que viene el impulso de un lugar muy profundo, profundo y alejado de la razón, pero cargado de autoridad y de... sentido.
Así que me someto, en una disciplina consciente, a este inconsciente mandato que ignoro a dónde me dirige.
Y me pierdo en el bosque de mí misma, con miedo y con respeto, y también con un sentimiento que tiene parte de austeridad y gozo.
Creando. Estoy creando, y a la vez creándome, en una forma nueva, conectada con el cuerpo, con las manos, con la imaginación y la materia.
Dejándome llevar por un camino de telas y texturas, de hilos y formas envolventes. Un camino ancestral y femenino. El camino que, intuyo ciega, oscuramente, me toca, necesito transitar ahora.
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