"Aprender a vivir con las decepciones y los fracasos normales de la vida humana (sobre todo con la interpretación que les da la mentalidad del miedo) forma parte de la maestría espiritual. La maestría no implica alcanzar un punto de nuestra evolución espiritual en el que nada se tuerce jamás; significa haber aprendido lo suficiente como para ser capaz de soportar y transformar lo que no va bien. Representa que tendemos a flotar más que a hundirnos en la vida, no porque hayan cesado las corrientes, sino porque hemos aprendido a nadar bien. En el plano espiritual, somos fuertes y estamos en forma. Hemos desarrollado músculos conductuales, que nos sostienen cuando sentimos el impulso de sucumbir ante aquéllo que más nos tienta."
(M. Williamson)
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