Pienso en las manos de mujer que dieron forma al primer caldero.
Cóncavo como las cavidades de las piedras, como las corolas de las flores, como las pisadas de los animales, donde se acumula la lluvia.
Las manos de una mujer, tratando de arrancar del suelo un agujero sin romperlo, tratando de excavar huecos en montones de barro, intentando, intentando, hasta que....
Arcilla de la tierra. Agua de los ríos. Fuego sagrado mantenido con esfuerzo y amor. Aire en el vacío que da sentido a la vasija.
Tosco. Sencillo. Útil. Llevando impresas para los milenios las huellas de unos dedos de mujer.
Como entonces, como ahora, como siempre.
Un cascarón de materia conteniendo la nada.
Y, dentro, el alimento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario