... Y contemplaba, asombrada, esa inesperada catarata de sentimientos primarios que, día tras día, no cesaba de despeñarse desde el corazón y la boca del estómago, para inundarla entera.
Sin descanso. Sin juicio. Implacable en su simplicidad. Inevitable en su honestidad y su fuerza.
Agotadora en su intensidad.
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