Lo que realmente me interesa del modelo jungiano -en mi heterodoxa manera de entenderlo, al menos- es que, lejos de eludir el sufrimiento, la contradicción y la paradoja, los convierte en camino. Lejos de intentar modificar a la realidad o a uno mismo, los recoge tal cual son. Lejos de presuponer cómo han de ser las cosas, aguarda a que se manifiesten, sin juicio ni esperanza, pero también sin renuncia.
Se parece a la vida, en vez de pretender que la vida se le parezca.
A la vida vivida en consciencia.
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