No hay palabras para esto.
No hay conceptos.
Ni aceptación ni no aceptación.
Ni yo ni no yo.
Ni ahora ni ayer y mañana.
Ni sufrimiento ni no sufrimiento.
Y todo eso.
Y nada de eso.
Fundido en el vivir.
En la más absoluta y sagrada cotidianeidad.
Como siempre.
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