Piensan que les irá mejor sin nosotros.
Y puede que tengan razón, tal y como están las cosas.
Pero no es de eso de lo que quiero hablar ahora.
De lo que quiero hablar es de la avaricia infinita,, la maldad, la ciega estupidez de quienes nos han llevado a esta situación.
De los que nos llevarán a situaciones aún peores. Primero, a nosotros, y a todos los llamados PIGS.
Después, a Europa entera.
La Europa de los mercados y de los mercaderes, la Europa del rigor hasta la asfixia para los ciudadanos y los pueblos y del libre latrocinio para los poderosos, la Europa que se ha traicionado a sí misma y a todo lo que la constituía, se está devorando en su voracidad. Se está autodestruyendo a la vez que nos destruye a todos.
La ofensiva neoliberal desatada está arrasando con la democracia, con los derechos sociales y civiles, con las instituciones, con las soberanías, y también con el Estado Nación.
No, como suponíamos ingenuamente, superándolo en una comunidad abarcadora, sino desgarrándolo por las costuras más débiles -las nuestras-, incapaces de contener la tensión de las contradicciones generadas por un capitalismo salvaje.
Leo la `prensa, oigo los análisis de los periodistas en los debates, escucho a los políticos, y no puedo creer tanta estulticia y tanta cortedad.
La derecha y la ex-socialdemocracia, juntas y revueltas en esta como en tantas otras cosas -en lo esencial son indistinguibles, de puro parecidas-, ponen cara de firmeza y proclaman que no permitirán -no dicen cómo piensan impedirlos, y dudo que tengan ni la más remota idea- estos ataques a la sacrosanta unidad de la Patria, consagrada en esa Constitución que para según qué cosas parece grabada en bronce, y para según qué otras -léase privilegiar el pago a los avarientos acreedores antes que dar comida, vivienda, educación y sanidad a sus ciudadanos- modelada en plastilina de colores.
Pero sucede que esta Patria nuestra, como sabe cualquiera que haya leído algún coleccionable de quiosco sobre Historia, tiene las coyunturas flojas desde los orígenes, y en ella van conviviendo como pueden, en incierta coyunda, algunos colectivos que cada dos por tres se sienten tentados de desmarcarse y seguir adelante a su aire. A lo que, dicho sea de paso, tienen todo el derecho, si así lo decide una ampla mayoría de sus ciudadanos. Aunque nos duela -y nos duele- que quieran marcharse, y que se marchen.
Pero a la situación prácticamente consumada en la que nos encontramos, no nos ha llevado un Artur Mas irresponsable, ni una ERC desleal y malvadísima, sino una política europea, implementada por los palmeros neoliberales locales, tan aplastante y despiadada, que ha conseguido radicalizar hasta a los tibios, haciéndoles más atractiva, pese a los riesgos, la aventura secesionista, que la permanencia en esta España sin futuro y sin esperanza. Esta España terrible y arrasada, pergueñada al alimón por la Troika y los sicarios aborígenes, a mayor gloria de los -estos sí de verdad sacrosantos- mercados.
Y esa es la verdad que nadie dice. Que llega un momento en que el divorcio es preferible al "contigo a pan y cebolla", sobre todo cuando se anuncia que se deben sin remisión hasta el pan y la cebolla de los próximos treinta años, y encima el matrimonio nunca marchó del todo bien.
Se van a ir, si Dios no lo remedia. Y, luego, los vascos. Y luego... otros.
Y si alguien piensa que esas cosas no pueden pasar nunca, que se acuerde de la URSS. Y de Yugoslavia.
Y que se acuerde de cuando mirábamos a Grecia compasivamente, sin creer ni por un momento que nosotros íbamos a ser los siguientes en ser aplastados por el rodillo de la austeridad-aunque-cueste-la-sangre-y-la-vida. Que las cuesta.
Rajoy, Rubalcaba y esta clase política extractiva, ramplona y ciega que padecemos, tienen una responsabilidad inmensa en lo que está ocurriendo. Y en lo que -ojalá me equivoque- ocurrirá.
Esta crisis va a arrasar con todo. En lo político, lo económico, lo social, lo cultural...
El centro del mundo se está desplazando de Occidente.
Pero esa es materia para otra reflexión.
De momento, el desmoronamiento de nuestro pequeño trozo de mundo ha comenzado.
Y va a seguir, imparable, acelerado por la absoluta incompetencia y falta de visión -y de ética- de nuestros "dirigentes"
Produciendo terribles sufrimientos para todos.
Los que se queden y los que se vayan.
Pero más -me temo- para los que se queden.
Por eso se van los que pueden.
P.S. España, por sus peculiares características, va a ser la primera en estallar.Después irán otros.
Cada uno a su estilo.
Y a su tiempo.
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