sábado, 11 de enero de 2014
Encarnación: Inmanencia
En estos últimos tiempos, se me ha hecho mundo Dios. Y tanto mundo se me ha
hecho, que ya no necesita, para ser, ni nombre, ni fe, ni pensamiento,
ni recuerdo siquiera.
Me ocupa, el mundo, el corazón y el alma y la cabeza, en su grandeza y su
terror, en su profundidad y su infinita indiferencia a mi opinión
y mi deseo.
Actúo, siento y pienso ante la demanda de la carne, vívida o sufriente, ante el dolor y la alegría y la necesidad de los humanos, ante la concreta materialidad de la tierra y cuanto ella contiene. Y, sí, también ante
mi vida y su maravilla y su tristeza, y ante la existencia -fragil, dulce, improbable- de todo y todos los que amo.
Irradian ser, el mundo y su misterio.
Son... lo que son.
Lo que evidentemente son.
Y es suficiente.
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Pues sí. A por la vida toda (que ya toca) Bicos
ResponderEliminarToda, si. Sin dejar fuera ninguno de sus aspectos, amables o despiadados. Ni de los mios.
ResponderEliminarY es que todos ellos transparentan... ser.
A mí el cumplir sesenta años me ha dado fundamentalmente esa decisión, la absoluta certeza de que sí, de que ya toca ir a por todas, que yo he sentido como un "no hay tiempo que perder", ya basta de pre- ocupaciones, de digresiones sobre el ayer (que es prehistórico) y el mañana que todavía no ha venido. Toca no desperdiciar ni dejar fuera ni un aspecto del presente, pero sobre todo diferenciar lo que importa de lo que no. Y tener claro que la gente, sus sentimientos, su alegría o su dolor, es antes que todo lo demás.
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