La absoluta crudeza de la vida, el sufrimiento y la muerte se volvió de una evidencia insoslayable. La vulnerabilidad e impermanencia de todo lo que amaba, también. Se sentía abierta de arriba a abajo, el cálido interior expuesto a la indiferencia y la brutalidad de la materia. Únicamente el amor, el sencillo amor humano, dotaba de belleza, dignidad y sentido a ese horror frío, impersonal, ausente de toda ternura.
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